África, el continente negro, quizás lo más cerca que el hombre podrá estar en la tierra, cerca del paraíso. Una inmensa región cargada de los más hermosos parajes, habitados por los animales más diversos. Tierra bendecida además, con alguno de los más valiosos recursos naturales, como el oro, zinc, manganeso, petróleo, cobre y claro, diamantes. Sin embargo, estos tesoros que la naturaleza le ha entregado al pueblo africano, cargan con una terrible maldición, la intrínseca ambición que habita en el ser humano.
Es de la mano de estos recursos que muchos dictadores se han tomado el poder en la región, cegados por la codicia que dan los grandes ingresos de la explotación de estos recursos, como el caso del petróleo en Nigeria, que genera millonarios ingresos que se contradicen con las cifras de la ONU que cifran en 70% la población del país en condición de pobreza, viviendo diariamente con no más de 2 dólares al día.
La principal razón de esta pésima repartición de riquezas, es que en África, además de las distinciones que hacen las banderas sobre cada uno de sus habitantes, se encuentran las de las distintas tribus, que si bien pueden ser miembros de la misma nación, no tienen nada que ver la una con la otra, y de compartir los beneficios de la tierra, ni hablar. Es como si en Chile llegará al poder la tribu de los Edwards, amiga de los Amunategui y los Piñera, y se repartieran entre ellas las ganancias de todo, dejando a la tribu de los Pérez y los Soto sin pan ni pedazo, por dar un ejemplo “hipotético”.
Pero, ¿cómo es que estos personajes llegaron al poder? Quizás la principal causa tenga que ver con el colonialismo europeo que por largos años estuvo presente en el continente. Cuando cerca de los 60, los principales países comenzaban a declarar su libertad –y los que no a luchar por ella- los africanos se dieron cuenta que había llegado el momento de gobernarse a sí mismos, algo para los que sus colonizadores jamás los habían preparado.
A diferencia de lo que sucedió en Latinoamérica, donde a la educación se le dio considerable importancia, con la creación incluso de algunas universidades, en áfrica el asunto de la alfabetización fue algo casi nulo. Aunque la situación no ha cambiado considerablemente, si se analiza el total de población alfabetizada de Somalia, por ejemplo, apenas cercano al 40%.
Sin una educación que permitiese el buen manejo de un país, no sólo de manera democrática sino perdurable, seria y comprometida con las respectivas naciones y sus conjuntos de tribus, la mejor manera de llegar y mantener el poder fue la fuerza. Al ser las entidades que se encontraban más estructuradas y que mejor funcionaban jerárquicamente, las fuerzas militares fueron las principales en acceder al poder cuando alguna nación lograba su independencia, y si a alguien no le parecía, lo mejor era guardar silencio, o sumarse a los miles de refugiados en los campos de la ONU.
Es este el método por el que todos los dictadores han funcionado –y funcionan- en el continente africano. Usando la fuerza y sembrando el terror, caracterizándose por la cantidad de asesinatos políticos –en cifras de cientos de miles según el tirano de turno- y la falta de asegurar las mínimas condiciones de vida para la sociedad; privando los alimentos que entregan entes gubernamentales como la ONU, además de apoyar indirectamente las violaciones a los derechos humanos como por ejemplo, al hacer vista gorda a la esclavitud para extracción de materiales y las violaciones y abusos hacia mujeres en lugares como República del Congo, donde 7 de cada 10 mujeres ha sufrido algún tipo de abuso.
Pese a ser el paraíso en la tierra, hay localidades de África donde ese paraíso se convierte en un infierno. Los recursos naturales que han movido a los diferentes dictadores a lo largo de la historia han sumido al continente negro en un abismo del que parece muy difícil que pueda recuperarse. Países como Somalia o Zimbabue donde las continuas guerras civiles por disputarse el poder del país, sumados a los problemas de hambre, pobreza y enfermedades como el sida y la malaria hacen que la esperanza de vida sea apenas cercana a los 50 y 40 años respectivamente. Una realidad que golpea fuerte a los habitantes de las naciones africanas que viven bajo dictaduras, además de impactar a todo el mundo; a todos salvo a aquellos que con la fuerza y la sangre de su pueblo mantienen el poder.
Contrario a lo que podría pensarse, los países que mejores avances han logrado en materias de democracia, son los que menores ingresos y riquezas tienen. Naciones como Senegal, Burundi y Ghana, por ejemplo.
Otro de los elementos que dio fuerzas a las dictaduras en el continente africano fue el desarrollo de la Guerra Fría, donde ya sea para hacer frente a los regímenes capitalistas o comunistas, soviéticos y norteamericanos dieron su apoyo a quien podía prestarles mejores beneficios. Como por ejemplo, el caso de USA bajo la administración de Jimmy Carter, que bajo el lema de frenar la amenaza comunista, permitió las intervenciones militares directas para apoyar sus aliados africanos y ejerció presión hacia las potencias occidentales para asegurar la “defensa común” del continente negro, aún cuando eso haya significado apoyar a dictadores. Algo similar a lo que paso en nuestro país, por si a alguien se le olvida.
Pero qué se puede hacer frente a la realidad que aún se vive en algunas naciones africanas, es una interrogante que a nivel mundial pone a expertos multidisciplinarios en dos bandos. Unos dicen que el deber de los grandes países y organismos mundiales es intervenir la situación, de manera de frenar los abusos y violaciones a los derechos humanos. La otra, es que es el pueblo africano en aquellos países con dudosa o nula democracia el que debe aprender a hacer frente a la situación, velando por su derecho a la democracia.
Intervención de terceros, lo sabemos, ha traído más de un problema, como por ejemplo la Batalla de Mogadiscio, donde Estados Unidos tuvo que salir con la cola entre las piernas aceptando que su intervención había sido un error de proporciones. Por otra parte, creo que no el mundo no puede quedarse de brazos cruzados esperando a que todavía existan países donde los asesinatos políticos son una realidad de cada día, y la distribución de riquezas queda, como en ningún otro lado del mundo, en la familia o tribu del dictador de turno, mientras el hambre y pobreza se come al pueblo.
Las Caras de la Muerte
Sin duda uno de los mayores dictadores africanos es Idi Amin, musulman de la tribu kakwa, que buscó instaurar en Uganda un régimen que combinara los principios básicos del Corán, con una visión izquierdista en contra de occidente.
“El carnicero de Kampala” saltó a la fama por ser campeón nacional de boxeo por más de 7 años. Su carrera militar comienza como cocinero del regimiento británico "King's African Rifles", pero luego de la independencia de Uganda, en 1962, sube al grado de Oficial.
4 años después es nombrado jefe del ejercito por Milton Obote, a quien derrocaría en un golpe de estado el año 1971, con el apoyo de Israel y luego de Inglaterra. De esta manera y con el respaldo del ejercito bajo su mando, comenzó su reinado de terror instaurando pelotones de ejecución que desarrollaron asesinatos en masa, diezmaron a las tribus hostiles, además de hacer frente a sus opositores. Se estiman en 100.000 a 300.000 los muertos en su dictadura de 8 años, además de los miles de refugiados que huyeron del país.
Hissène Habré es conocido como el “Pinochet de África”. Fue presidente del Chad desde 1982 hasta 1990, cuando elimino el cargo de Primer Ministro con la ayuda de su policía secreta. Durante sus años en el gobierno persiguió y ejecutó a sus opositores, los que se calculan en 40 mil personas muertas y cerca de 200 mil torturadas. Además de robar 11 millones de dólares de las arcas estatales de su país.
Paul Kagame se tomó el poder de Ruanda mediante el uso de la fuerza en 1994. Para luego realizar una fraudulenta elección democrática en 2003, que al más puro estilo de Hollywood incluyó compra de votos e intimidaciones.
Pese al apoyo que Norteamérica ha efectuado a este “gobierno” –vanagloriando hechos como su representación femenina en el parlamento, la abolición de la pena de muerte e invitando a Kagame a universidades para charlas sobre derechos humanos-, a los ojos del resto del mundo se trata de un dictador más.
Se le responsabiliza por el Genocidio de Ruanda, del año 1994, y la masacre de civiles ruandeses y congoleños en las dos guerras del Congo (1996-1998 y 1998- 2003). Cifras: más de 3 millones de fallecidos.
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