Mi Chusma Querida

on viernes, 24 de abril de 2009

Siempre me dijeron “no hables de política ni religión si no quieres ofender a nadie”, y siempre he pensado que para ponerse a hablar de política o religión –como algunas personas lo hacen en instancias de esparcimiento y “desestress”- hay que estar muy aburrido o ser realmente fósil, lo que sumado a que cada cosa que digo se malinterpreta u ofende a alguien, terminaron en definitiva por darme exactamente igual las repercusiones de mis palabras.

Así, no tengo problemas en decir que, como veo al mundo –de una manera única y distorsionada- todos los políticos son populistas, desde la blonda que paseaba en Humvee el día que se comen empanadas hasta el señor que se opero los ojos y ahora parece mapache. Cada uno de los miembros de esa estirpe que vive “para” –supuestamente- y gracias –evidentemente- al pueblo, entendiendo pueblo como cada una de las personas que, con su trabajo e impuestos colabora al siempre recatado y austero sueldo de esos personajes llamados políticos.

¿Por qué? Porque, básicamente todos, sin importar el bando que representen, dependen del apoyo de los ciudadanos para llegar y mantenerse en el poder y por lo tanto, como animales políticos, harán lo que sea necesario –en el marco de lo legal y otros en lo no tan lega- para cumplir sus metas. Entiéndase, pues, fomentar la educación regalando laptops –y de paso subiendo el apoyo a la gestión gubernamental- o llegar a las poblaciones “callampa” que hay a lo largo del país, vestido con ropa Lacoste y zapatos Prada, en un 4x4 que no entra en un estacionamiento común y por supuesto acompañado de toda la prensa para decirle a la señora Juanita y sus vecinas cosas tan inverosímiles como “yo sé lo que usted siente”, en una pequeña casa de 2x3 que se desmorona a pedazos, para luego regresar a sus sobrias casas en los barrios altos, muy lejos de la señora Juanita y sus vecinas.

Sin embargo, en el ambiente politicón el término “populista” se usa de otra manera. Más en específico para referirse a aquellos gobiernos –independiente de la mano que representen- que tienen ciertas características especiales, como por ejemplo, aquellos donde la figura de su presidente es transformada casi en un ícono pop. Un tipo carismático, locuaz, con el don de la palabra y capaz de aglomerar multitudes para que escuchen su discurso, y si los extraterrestres nos invadieran, capaz de subirse a un F-14 a combatirlos al más puro estilo de El Día de la Independencia.

El problema es que el gobernador en estos regímenes es tan figura, que no suelta el micrófono para que otros hablen, jugando a la política solo y haciendo que el resto se moleste pero no diga nada, para que no los conviden a tomarse unas vacaciones en Europa o esos países donde suele irse la gente después de hablar mucho cuando quieren que hablen poco.

No es de extrañarse, tampoco, que se apoderen de los medios de comunicación para coparlos con sus buenos actos y fotos suyas. Y claro, ratificar todas las instancias de gobierno –para que la gente haga lo mismo- y combatir a quien quiera quitarle protagonismo desde fuera de las fronteras del país, lo que se conoce como enemigo externo, al que se le hace la cruz –como a Drácula pero más en mala- y se le condena a las 1001 penas del infierno.

Y como si eso fuera poco, no tienen problemas en usar a su antojo los fondos públicos, aunque siempre con la bandera de lucha del “pueblo” en sus manos, terminar con los elementos democráticos dentro de la sociedad y estar siempre movilizando a los sectores sociales.

Ahora, si me preguntan cuál es la diferencia entre un gobierno populista de izquierda con uno de derecha, creo que podrían decirse diferentes características analizando cada uno de los casos, pero en lo personal, creo que la principal diferencia es que en el caso de la izquierda, en gobernador sobreexplotara la causa del pueblo, con un gobierno que trabaje por y para él, y terminando con los agentes externos –extranjeros- dentro del país. Mientras en que la derecha podrá vivir para y por el pueblo, también, pero no se desligará de políticas y sistemas propios del capitalismo, beneficiando, claro está, a las grandes empresas y de vez en cuando a la gente.

¿Casos de cada uno? Creo que lo que más recuerdo de mi etapa escolar era cuando iba a la biblioteca en el ramo de historia y leíamos esos viejos libros llenos de conocimiento y aparecía en ellos un dibujo en blanco y negro del León de Tarapacá hablando frente a cientos de obreros, comenzando su discurso con las palabras “Mi chusma Querida”. Fuerte. Me imagino a todos esos obreros con ropa de la época, como en el relato Hernán Rivera Letelier, de Santa María de las Rosas Negras, y que Arturo Alessandri Palma les dijera eso. No se ustedes pero si alguien se refiriese a mí como chusma, aparte de encontrarlo sacado del Chavo del 8, me sonaría a una ofensa, sin embargo este hombre es recordado por eso y por el gran apoyo que obtenía en aquellos discursos durante sus 2 gobiernos.

Quizás lo más rescatable de su gobierno giren en torno a la temática social, pensada en el popus que llegaba a sus discursos al más puro estilo William Wallace. La legislación en cuanto a horas de trabajo, el seguro obligatorio, y la legislación de 1925.

Dato freak, su perro Ulk está embalsamado en el museo Histórico Nacional.

Por la derecha, y bastante más actual, tenemos el caso del colombiano Álvaro Uribe, considerado populista o neopopulista por la manera de enfocar su gobierno. Hacer creer que no representa a un gran conglomerado o sector político y manejar a las masas en pos de sus intereses.

Llega al poder con el lema de no sólo hacer frente al Ejercito del Pueblo FARC, sino que ganar esta batalla. Rápidamente haciende su popularidad y los resultados de su elección son considerador como un record en la historia del país cafetero.

Para mantener su poder –y popularidad, claro está- no se limita a apelar al sentimiento de la gente en actos públicos, siguiendo la dinámica de las nuevas tecnologías, utiliza los medios de comunicación como el sitio para acrecentar –o mantener- el apoyo popular.

Así se mantiene en el poder, apoyado del denominado populismo plebiscitario –que lo ayuda a lograr sus objetivos- mientras sus actuales lemas son hacer frente a la corrupción, la pobreza y el terrorismo, mientras, anecdóticamente, el nivel de pobreza se mantiene sin mayores cambios y los inversores extranjeros, sobre todo bancos, incrementan sus ganancias. Al parecer, unos pocos se están comiendo esa torta.

De cualquier manera, los gobiernos populistas “populistas” aparecen en el globo cada vez que se dan las condiciones y se encuentra una figura marketeable. Y como van las cosas, todo indica que en este lado del planeta –y como ha sido históricamente- tenemos pop-líticos para rato.

1 comentarios:

Carlos Zárate Valenzuela dijo...

Rodrigo:
El final inbancable. Usted no podía matar el artículo de esa forma

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